–
Llámame Tito – dijo
el párroco a la joven gipsy
mientras
guardaba bajo la sotana su
smart phone.
Ella salió con un portazo que dejó al páter
con sudores fríos y en la soledad de sus pensamientos. La conciencia
no le permitía mirar lo que recién había obtenido.
Resonaba en su cabeza el 9º Mandamiento como un martilleo, hasta que
como poseído saltó de la silla y abrió el cajón de su escritorio
con la llave parroquial. De allí saco una botella de Garnacha que
reservaba para los momentos más bajos. Con la ayuda de sacacorchos y
la copa plateada de Misa hizo el resto...
Nota de Cata:
Capa media-alta, ese color que más adquirido por una larga
maceración es también responsabilidad de ese sol borjano que
recuece y asa toda la
Garnacha de llanura,
la que acabará en los súper
de barrio y también en los cajones más libertinos. Su aromática,
de baja intensidad invitaba a no recrearse, sino en ir al apartado
gustativo. Entrada semi-dulce
en boca,
desarrollo goloso, confitura de frutos del bosque. Una discreta
acidez daba el protagonismo para la confitura de fruta negra, negra
como el infierno, como el hogar e Satanás. Paso corto y breve
persistencia como no podía ser de otra manera para un tinto de
2'19
euros.
Tras
aliviarse, 'Tito' se levantó de la silla y un mareo sacudió sus
sienes. Miró por la ventana, ni un alma en la calle, sólo el
ladrido de algún perro ponía banda sonora al bajón. Dejó la
botella vacía al lado de la también vacía hucha de la parroquia y
salió tambaleándose hacia la capilla, haciendo eses mientras se
acercaba a Miguel, el jóven monaguillo. – ¡Miguel! – exclamó
en tono imperativo. La mirada del infante encontró a la del párroco.
– Vete al confesionario, hoy me vas a confesar tú...
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