La aplicación de ácido en polvo sobre mostos y vinos permite corregir su acidez y aportar a veces una función antioxidante. La acidez se mide por el pH en un vino, y en vinos con graduación se buscan acideces moderadas (es decir pHs bajos). El viñedo bilbilitano, como la mayoría de los peninsulares, recibe grandes insolaciones y pocas lluvias por lo que la adición de ácido enológico exógeno es para algunos bodegueros justificada y justificable.
Nota de Cata: Color rojo rubí muy posiblemente de maceración con
reflejos cobrizos con total seguridad. En nariz una expresión en media intensidad
de fruta roja, fruta cítrica y notas herbales de las afueras de Calatayud. En
boca una entrada de ligera redondez porque estamos hablando de Garnacha.
Enseguida llega una tensión sospechosa más típica de latitudes Atlánticas.
Aromas de boca para la fresilla silvestre o piruleta. Cierta textura densa y
cierto volumen también (13’5% vol). Un final especiado y con esa chuchería tan
presente.
Un rosado ordinario y con
indicios de haber sido adulterado con ácido en polvo como explicábamos en el
primer párrafo. Esa ordinariez, cortesía de Juan A. Francés, tiene un valor de 4’25
euros. Un vino digno del Mesón de La Dolores en Calatayud, el de mayor fama
pero el que más defrauda cuando se sale de allí, yo lo siento mucho. Como
maridaje a esta Garnacha las famosas Migas aragonesas del restaurante-asador
Babel (Alhama de Aragón), el lomo con patatas del restaurante La Venta (en
Malanquilla) o los chipirones a la plancha del restaurante Puerta de Terrer
(Calatayud city).
Puede ser por la añada.
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