Los caldos de la Ribera del Duero son ese tipo de vinos que ganan con el tiempo y que llegan a alcanzar la excelencia cuando sabemos esperar. Un éxito el de estos tintos que viene residiendo en elegir las parcelas correctas para extraer la mejor materia prima, y luego en bodega respetar los plazos. Por otro lado esta especie de Borgoña ibérica tiene la virtud de hacer hablar al Tinto Fino de una manera u otra según de donde proceda. Te vas a Aranda y el Tinto Fino no se parece en nada al de Valbuena, te vas a Roa y nada que ver con de Curiel de Duero. ¿Y cómo es el de Curiel? Así:
Nota de Cata: Un 94% Tempranillo - 6 % Cabernet Sauvignon donde visualmente aparecen lágrimas coloreadas y opacidad media-alta que ha resistido al envejeciemiento. Nariz equilibrada entre fruta negra madura, balsámicos, flor azul y el roble. Tambén ecos de de SO2 de más en mi opinión. Boca amplia y envolvente que empieza con mucha fruta y elegancia, como empiezan los buenos Riberas. Después enlaza una buena frescura hasta el momento en que confluye con los 14'5 % grados de alcohol muy integrados aunque parezca mentira. Tanino de pitiminí, pulido y sedoso. Retro donde vuelven recuerdos a barrica junto a la fruta guapa inconfundible de Curiel de Duero.
Vino hecho y muy serio, con un precio también muy serio de 14 euros y una añada lista ya para degustar ¿Y con qué nos lo bebemos? Pues con cualquiera de los productos que no ofrece la tierra de sabor de Castilla. Por ejemplo una ternera de Aliste, bien sangrante, como Dios manda. También le pega un revuelto de morcilla como en El Figón de Arévalo. igualmente para empujar el tan típico cochinillo asado, prueben el de la Portada de Mediodía, en Torrecaballeros. El cordero lechal de Aranda de Duero luce muy bien tanto con este Legaris como con un Martín Berdugo también crianza. De vuelta a Segovia una ración de oreja frita en cualquier bar de Sacramenia bien merece lanzar el corcho a tomar por saco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario